sábado, 7 de marzo de 2015

Demasiados escándalos

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Buenos días, gente:

Donde resido actualmente la tónica del tiempo es la que escribí hace meses: por un día ‘tenebroso’ cien soleados.

Escogí bien el lugar de residencia después de la jubilación. El clima y la situación del lugar lo hacen inmejorable.

Bueno, vamos por las cosas de la vida en éste país, el país de los bandoleros tipo Curro Jiménez y demás bandidos, éstos del siglo XXI. Noten que he escrito bandoleros y he escrito bandidos aunque ambas definiciones indiquen lo mismo.

El bandolero suele ser un forajido que roba mediante el asalto a viajeros o convoyes militares que transportaban oro y que el tópico suele dedicarles un benigno concepto: “roban para dárselo a los pobres”. Es mentira podrida.

El bandido, dentro del concepto que yo quiero darle libremente, es un delincuente integrante de bandas armadas con iphones, plumas o bolígrafos que suele atracar a cualquier ciudadano que no sea de su casta, mediante leyes, decretos, órdenes ministeriales, etc., sin importarles esquilmarlos después de robarlos.

Si el primero solía correr por Sierra Morena principalmente, el segundo suele quedarse sentado en una poltrona que apesta a rancia naftalina además de los efluvios corporales del ocupante, ubicada en el centro neurológico de la nación, y permanecer agarrado a ella como si se le fuera la vida si se levantaba.

El bandolero solía gastarse lo robado en saraos aderezados con bailes flamencos desarrollados en oscuras tabernas de pueblos diseminados por la sierra, mientras que el bandido suele vivir ‘de gorra’ guardándose lo que roba en lugares recónditos pero seguros llamados paraísos fiscales.

El de Sierra Morena suele sentirse satisfecho con lo que roba en el momento, mientras que el de la poltrona no queda nunca satisfecho y sigue robando y robando hasta que es descubierto.

No le basta con tener cientos de millones, de la moneda en curso, bien resguardados, sino que quieren más y más con lo que demuestra un delirio psiquiátrico de amor por el vil metal sin ninguna otra meta que acumularlo hasta morir, sin importarle ni un comino que, con su acción, hunde en la miseria al país o territorio por el que campa a su libre antojo.

Mientras los focos de bandolerismo se extendieron por Andalucía, Catalunya, Galicia y los Montes de Toledo desde la época de la ocupación musulmana del país, los focos del bandido del siglo XXI se extienden más allá de los confines de la propia Tierra.

Entonces los poderosos, miembros de la nobleza, encubrían a los bandoleros con el objeto de que sus apuros por las deudas amontonadas, ocasionadas por sus lujosos trenes de vida, fueran aliviados mediante aportaciones de los mismos bandoleros gracias a sus acciones contra mercaderes y encubiertos por venteros, posaderos, chalanes, cuatreros, putas, ermitaños, etc., con promesas de no denunciarlos ni encerrarlos… entonces se llamaban los de La Garduña.

Los actuales señores poderosos, miembros de gobiernos de cualquier signo, pero con mayoría de conservadores en sus filas, encubrían y encubren a bandidos que se denominan genéricamente empresarios, banqueros, corredores de bolsa, obispos y sacerdotes, vendedores de altos vuelos, etc., con sus acciones contra el pueblo humilde, el de clase media sin estudios financieros y muchos que alcanzan esa edad en que la razón y/o la vista les hace imposible distinguir la verdad de la trampa… hoy son conocidos como los de la Gürtel, Baltar, Bankia, Brugal, Bárcenas, etc. entre otros.

Los bandoleros tenían sentimientos encontrados con sus acciones, alguna que otra vez solían arrepentirse y restituían lo robado, de ahí el tópico, mientras que los bandidos actuales carecen de sentimientos que les conducen a mirar con satisfactorio asco la expulsión de sus casas a familias enteras y con niños pequeñitos, imposibilitadas de pagar lo que se tercie debido al abuso que los mismos bandidos hacen sobre ellos, imponiendo leyes tan injustas como discriminatorias con nombres tan pomposos como Reforma Laboral o Ley Mordaza o Ley Wert que incita, esta última, a aumentar el analfabetismo, cosa que interesa sobremanera a los actuales bandidos todopoderosos.


En fin , la vida sigue y yo también, esperando no toparme con esa clase de bandidos lo que me queda de vida, porque la existencia de los mismos ya me afectaron en el pasado, con un increíble abuso de poder, que no cuaja en ninguna ecuación lógica en la civilización de todos los tiempos.


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